Si tu boca se confundiera con el húmedo musgo
y hundiera en ella mil caracolas sin dueño.
Y al cerrar los ojos, yo percibiera
la transformación de mi ansia en cálido sueño.
Si tus manos dijeran que por fin tengo cuerpo
y al recorrerlo recibieran frutos,
porque sin más miedo, me estremezco.
Eli D. Dragón
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