jueves, 31 de enero de 2013

En el reverso de la dominación (capítulo II)

Empezaron con negarnos los vínculos emocionales con nuestra propia familia para acabar obligándonos a cópulas prescritas con sujetos desconocidos y con las consecuentes gestaciones de individuos los cuales, transcurridos los primeros meses de lactancia, eran arrebatados de sus madres para, vete a saber que extraña misión.

Lo que hacían conmigo no era más que una burda experimentación. Me habían elegido para estudiar el umbral de dolor en humanos. 

Nadie me había informado, pero lo sabía. No podía tratarse de cualquier otra cosa. A estas alturas de la película, era evidente el sentido de tanto padecimiento. El por qué a mí y no a otro o a otra, pudiera ser un misterio pero lo que realmente me importaba era cómo escapar, algo nada viable por las condiciones en las que me encontraba. 

Aunque la cabeza todavía me funcionaba, seguro que algo más de lo que a ellos les hubiera gustado jamás.

Sabía que lo próximo eran inyectables, un aparato diseñado para puncionar la piel estaba sobre la cuartilla de papel. 

La tortura a la que era sometida iba viento en popa para ellos y mi miedo no cabía ya en mi cuerpo. Era lo que pretendían. Dolor máximo y estrés, causado por el desconocimiento de lo que te iba a suceder.

Los pasos se acercaron, la enfermera o lo que fuere, porque sus atuendos no eran tales, se acercó a mí y con unos ojos inexpresivos y gélidos me palpó las mejillas y observó las venas de mis brazos. 

No era nada ni nadie para ella, suponía su sexo femenino por el alargamiento de sus miembros y de su rostro, en comparación con los otros, de facciones más cuadradas y recias, que debieran ser de sexo masculino.

Ya llevábamos tiempo conviviendo, por llamarlo de alguna manera, con estos seres venidos de otro planeta, posiblemente de otra galaxia. Pero, quien nos gobernaba y todos los científicos que estudiaban la posibilidad de que ocurriera algo como lo acontecido recientemente en la tierra con tal invasión, no podían estar tan desinformados.

Algo se había ocultado a la población tendenciosamente, una trama a nivel mundial había existido sin lugar a dudas para que ésto pudiera ocurrir, de la manera tan sutil y aparentemente lógica como nos la habían vendido. Según la única fuente de información a la que teníamos derecho a recurrir, manipulada y dirigida más aún que cuando imperaba el poder humano, ellos habían venido a salvarnos, a redirigir nuestro rumbo en aras de la salvación del planeta. 

Ahora la selva era más selva, y nuestros excrementos eran meticulosamente reutilizados, nuestras dietas totalmente prescritas, como si de una medicación se tratase.

Habíamos claudicado al control total de nuestras vidas, o éso, es de lo que se trataba. Lo cierto, es que por mis venas, quedaba, pese a todo, cierto poder de resistencia. Cierta capacidad de recuerdo sobre vivencias pasadas que me animaban a una rebeldía necesaria para seguir.

Lo habían intentado todo, para anular tales tendencias revulsivas a su presencia y dominación. Pero aún quedábamos ciertos especímenes con resquicios, y tal vez por ello, yo y unos cuantos más, suponía, nos encontrábamos en tal situación.

La susodicha enfermera, tras una mampara desapareció. Y otra vez el silencio y la espera, en una sala inocua y esencialmente blanca, es lo único que por largas horas, me quedó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario