De
difundir se trataba mi misión, “spread around the world”,
recordé las palabras que daban comienzo a mi trabajo fin de carrera.
En mi caso eran utilizadas concienzudamente para remarcar que todo
avance de carácter científico debía ser compartido de manera
universal, sin posibilidad de lucro.
Fue un simple gesto de desprecio
hacia la explotación que hacían de nosotros, pobres hipotéticos
estudiantes Erasmus, como mano de obra altamente cualificada que
quedó en nada, puesto que la multinacional bioquímica que
financiaba nuestras investigaciones nos prohibió tajantemente
traernos en el viaje de vuelta a España información sobre lo
investigado en cualquier tipo de soporte o difundirlo por cualquier
medio, que no fuese el propio documento rigurosamente supervisado por
ellos. Nada de éso hicimos, claro está. Es lo malo que tienen los
jóvenes, que son difíciles de controlar.
Pensé
en mi época como comercial de productos cosméticos, seguiría mis
propios pasos, puesto que me dieron muy buenos resultados y me puse
manos a la obra. Aquí una visita a unos despachos, allá un
encuentro en una cafetería.
Tracé un mapa por zonas de la ciudad
en la que me encontraba. Poco a poco fui tachando barrios, pero un
buen día, algo o alguien me detuvo en el camino. Fue en mitad de una
explicación como me topé con ella, una chica pelirroja que empezó
a ponerme pegas. De nada me sirvieron mis preparados argumentos, me
los rebatía uno tras otro.
Empecé a sospechar, era un “viren”
que me ponía a prueba, aunque por sus formas no me lo parecía, o
una espía al servicio de los “virens” a cambio de algún tipo de
compensación tal como me estaba sucediendo a mí. Le pregunté su
nombre, Alice, sabía sobradamente que pudiendo pensar lo que decía,
jamás hubiera osada promulgarlo tan airosamente en plena calle.
Pensé que podía ser una aliada, si ambas manteníamos la boca
cerrada. A fin de cuentas, la cadena de espionaje debía presentar
alguna fractura por algún lado y a ella, por lo menos, en ese
preciso instante, no la estaban vigilando. Resultó pensar de manera
parecida a mí, no tenía hijos, en cambio, su hermano había sido
apresado repartiendo pasquines contradominatorios y la pena contra él
consistiría en pasar a ser biomasa en una planta energética.
La
cité para quedar al día siguiente de un modo más discreto, pudimos
entonces encontrarnos e intercambiadas algunas impresiones, decidimos
boicotear sendas misiones haciendo de las nuestras de un modo
paralelo, es decir, utilizar nuestros itinerarios para encontrar
adeptos, aunque en lo aparente, todo pareciese que fuéramos
buenas colaboracionistas de la dominación. No nos fue muy difícil
establecer contacto con la asociación a la que pertenecía su
hermano. Para ello tuvimos que utilizar identidades falsas.
Pronto,
los “virens” se pusieron en contacto conmigo, lejos de querer
leerme la cartilla, como en un principio pensé, fruto de algún
descuido, querían premiarme de algún modo por el buen trabajo que
estaba llevando a cabo.
Me permitirían hablar por teleconferencia
con mis hijos, esa misma noche. El corazón me dio un vuelco, mis
hijos...lo más preciado.
La
posibilidad de que fueran introducidos en un programa de renovación
era angustiosa, pero mi legado, lo que yo les iba a dejar, siempre
supe qué consistiría en algo muy distinto al dinero, el poder o
nada que se le pareciera.
“Mamá
¿dónde estás? ¿qué haces?”. Debía mostrarme tranquila, que
para nada detectasen mi preocupación, ni atisbo de miedo, sólo
confianza y serenidad. Debía ser, precisamente con ellos, la reina
de la falsedad. Yo, justamente, que me juré y perjuré no decirles nunca mentira alguna.
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